domingo, 15 de febrero de 2015

Una mitad de lo que tendrías que haber dicho, y no dijiste, pertenece al silencio. La otra, a la cobardía.

-¿Qué tal?
-Bien, he conocido a alguien. 
-Vaya, ¿sí? 
-Sí.
-Me alegro, te lo mereces. 
-Gracias... Adiós.

Y pasa. Pasa esa oportunidad. El momento. El tiempo en el que deberías habérselo dicho. Haber corrido. Haberte presentado en su puerta con una disculpa en la boca y el corazón en la mano. Dispuesto a entregárselo. ¡Abre los ojos! ¡Díselo!¡Ve tras ello! No habrá un futuro si tú no luchas por él. Porque a veces confundimos lo justo con el orgullo. Y el echar de menos se vuelve primer punto en el orden del día. Y no hay nada más triste que el que sabiendo qué debía hacer se queda en la línea de salida. Te han cerrado la puerta en las narices, y no has tenido ni el valor de poner el pie para atrancarla. Porque fue tuya, porque la amaste, pero ahora, ya es tarde. Y con las cinco letras que se escribe tarde no puedes escribir ahora. Porque el amor que se fue, ese, ya no vuelve. Y pasa. Y ahí te quedas, con el silencio y tu cobardía. Viendo alejarse a un par de ojos azules que fueron un día el reflejo donde solías mirar tu vida. 


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