viernes, 20 de febrero de 2015

-Marwan

Llega la noche.
descuelgo la desgana de mi vida
y marco en el teléfono la matrícula de tu coche.
aceptas 2 segundos antes de mi propuesta.
Preparo la casa y tacho de golpe
esos renglones que dicen que te perdí.
Abro la puerta como si fuera 6 de enero
y tus ojos al primer disparo pasan a limpio mi biografía,
ese lugar del que no debiste haber salido.

No quiero que acabe este abrazo,
No deberíamos aceptar la caducidad del paraíso.

Me cuentas que has vivido entre paréntesis
y que la soledad es algo parecido a la vida en diferido.
Yo te cuento que estoy hecho a tu medida
como otros están ya hechos a una enfermedad incurable
y te cuento que conocí a otras
pero que querer acostarse con una mujer
no es lo mismo que querer despertarse con ella
porque hay chicas que te alegran la piel
pero no el corazón.

Nos callamos, tú miras el vaso entre tus manos.
La ropa cae y arrastra consigo
una tonelada de tristeza.

Luego duermes y yo pienso
que tal vez sólo sea posible el amor
cuando no lo retienes como a un preso
porque siempre querrá escapar.
Quizá deberíamos aceptar la posibilidad
de la caducidad del paraíso,
tolerar la intermitencia de la felicidad,
no meternos más en la boca la palabra porvenir
y agradecer que estés aquí 
ahora.

domingo, 15 de febrero de 2015

-Mientras tú sientes mucho y nada sabes, yo que no siento ya, todo lo sé.-

Al lugar donde has sido feliz no deberías tratar de volver

Y es que da igual cómo sea,

que nos caigan las cornisas del mundo en la espalda,

que llueva el desamor todo un invierno

o que la palabra fracaso nos siente como un traje a medida.


Da igual.

Seguimos manteniendo intacta la ilusión

—tengamos o no esperanza—

de que cualquier día

algo maravilloso

todavía nos pudiera suceder.



-Marwan

Una mitad de lo que tendrías que haber dicho, y no dijiste, pertenece al silencio. La otra, a la cobardía.

-¿Qué tal?
-Bien, he conocido a alguien. 
-Vaya, ¿sí? 
-Sí.
-Me alegro, te lo mereces. 
-Gracias... Adiós.

Y pasa. Pasa esa oportunidad. El momento. El tiempo en el que deberías habérselo dicho. Haber corrido. Haberte presentado en su puerta con una disculpa en la boca y el corazón en la mano. Dispuesto a entregárselo. ¡Abre los ojos! ¡Díselo!¡Ve tras ello! No habrá un futuro si tú no luchas por él. Porque a veces confundimos lo justo con el orgullo. Y el echar de menos se vuelve primer punto en el orden del día. Y no hay nada más triste que el que sabiendo qué debía hacer se queda en la línea de salida. Te han cerrado la puerta en las narices, y no has tenido ni el valor de poner el pie para atrancarla. Porque fue tuya, porque la amaste, pero ahora, ya es tarde. Y con las cinco letras que se escribe tarde no puedes escribir ahora. Porque el amor que se fue, ese, ya no vuelve. Y pasa. Y ahí te quedas, con el silencio y tu cobardía. Viendo alejarse a un par de ojos azules que fueron un día el reflejo donde solías mirar tu vida.