domingo, 16 de noviembre de 2014

Repost: En un mundo de grises

El otro día una chica me recordó a ti. También llevaba medias rotas, una falda corta, un jersey de esos que parecen cosidos a mano. También tenía la sonrisa curiosa. Se tapaba la boca si reía y yo, que me quedaba mirándola fijamente, pensaba en aquellas personas que iban a perderse aquel instante. Sus ojos eran verdes, pequeños, parecían, más que la ventana a cualquier sitio, un secreto callado a voces. Debía llamarse Eva, porque después de ella, jurarías no haber conocido a ninguna mujer antes. Quise tocarla, alargar mi mano hasta su boca, deslizar mis dedos por sus labios, repasar la silueta de su cuerpo, saber si era uno de esos sueños que se cumplen. Me recordaba a ti en todo, excepto que ella no me dolía como tú te fuiste. He odiado la soledad como si fuese el único hijo que tuvimos de aquel matrimonio que se nos hizo pedazos. ¿Puedes entenderlo?, que ahora todo es más difícil. Ya no creo tanto porque creer es arriesgarse a crear dioses que terminen rezándoles a otros. Tú le rezabas a un tal Eduardo, que tenía los pómulos de un modelo de ropa interior y, decías, cuando te hablaba te daban ganas de bailar aquella música. No puedo competir como si el amor fuese el deporte más cruel del mundo. Aprendimos tarde que cuando dos juegan con los sentimientos, al final uno de ellos acaba con el corazón por los suelos. Y en ese caso perder es perderse por completo. Y luego lo bonito ya no lo es tanto, y la poesía sale a trompicones, y si besas lo haces con esa urgencia que da miedo. No sé cuál es el siguiente capítulo. A veces leo esta historia como asomándome a un precipicio al que, por tristes circunstancias, le puse tu nombre.

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