sábado, 5 de julio de 2014

Supongo que hay infinitos mayores que otros.

Y justo cuando crees que las piezas empiezan a encajar, que todo empieza a cobrar forma, el suelo empieza a resquebrajarse. A dejar grietas por paredes y techos. Dejando visible la estructura que con mucho tiempo y esfuerzo nos costó recubrir hasta formar una coraza de piel y huesos que me protegía de cualquier dolor. Creí que me había forjado sobre pilares imbatibles, indestructibles tras muchas batallas realizadas. Pero allí estaba yo de nuevo, rota, en medio del salón  rodeada de cristales y de puertas cerradas que nunca más volverían a ser abiertas ni dejarían entrar a quien destruyó mi hogar de esa manera. Arrasándolo todo a su paso sin tener en cuenta todo aquello que habíamos construido juntos. Borró cada rincón, cada ápice de esperanza que en mi corazón guardaba cual tesoro. Y tras su marcha me dejó, sola (y rota) con mil recuerdos que por mucho que suplicara, no se marchaban.

No hay comentarios:

Publicar un comentario