A veces, cierro los ojos y te imagino sonriendo.
Llevando ese jersey que tanto me gusta, ese que te queda tan bien y que huele tanto a ti.
Te veo caminando como si no tuvieras tiempo ni de mirar el reloj.
Mirando al cielo, mientras el viento acaricia y revuelve tu pelo ya alborotado de por sí.
De repente, te encuentras con un conocido y levantas las comisuras de los labios en un breve saludo que apenas dura un segundo.
Y sigues caminando, bajas las escaleras del metro, te paras mirando a izquierda y derecha, encuentras el camino y sigues caminando.
Te mezclas entre el gentío pero aún así tú no te me escapas. Te reconocería en cualquier parte.
Llegas a tu lado del metro, miras el horario. Dos minutos. Y entonces te detienes a respirar.
Te apoyas en la pared en la que una vez nos besamos. No sé si lo recuerdas.
Sacas los auriculares, te los colocas y pulsas aleatorio.
Estás escuchando tu canción favorita y inconscientemente sigues el ritmo con la cabeza.
Un minuto para que llegue el metro.
Cierras los ojos. Y un recuerdo invade tu mente.
Hace tan sólo un mes, estábamos los dos ahí en ese mismo sitio. Cogidos de la mano. Yo te tocaba el pelo y te lo alborotaba, despeinándote. Riendo sin parar. Me agarrabas la mano y me hacías detenerme. Entonces, me mirabas a los ojos, posabas mi mano suavemente en tu mejilla y sin poder resistirme me besabas.
Y el metro está aquí, despertándote de tu leve sueño. De la invasión de los recuerdos.
Y vuelves a la realidad, la prisa vuelve a robarte la vida.
A veces, cierro los ojos y te imagino diciéndome te quiero.
Hola, en primer lugar decirte que me encantas cómo escribes; tropecé con tu blog hace tiempo por casualidad y me quedé a visitarte. He leído muchas de tus entradas y llegan bastante a emocionar.
ResponderEliminarNo es fácil transmitir en palabras esas sensaciones.
Enhorabuena!!