jueves, 29 de noviembre de 2012

Perdona, pero, ¿puedo hacerte feliz durante el resto de tu vida?

La primera vez que te vi, no creí que llegaríamos hasta aquí. Pasaban los días, y yo no me daba cuenta, pero cada vez te amaba con más fuerza. Cada momento junto a ti lo seguía recordando aunque ya se hubiese esfumado. No dormía, pensando en que todo eso era un sueño y que al dormirme podría despertar. Y no quería. Me preguntaba constantemente: ¿le pasará lo mismo a él? Aunque la razón, con su positivismo me respondía mostrándome que todo aquello no eran más que locuras de una niña. Dolía. ¿Era una señal? La vida me había llevado hasta allí. Dos caminos por los que poder caminar. Uno, como el que hasta ese momento había seguido. El otro, conllevaba arriesgarse y volver a bajar mis defensas para que hasta mi corazón pusieses llegar. Qué contrariedad. Es curioso cómo actúa la vida, hay momentos en los que crees que da igual lo que pase, ya que no cambiará nada. Y de repente, ocurre. La casualidad. El momento en el que dos personas que sin haberse visto nunca antes, se encuentran. Se miran a los ojos y aparece ese sentimiento, ese: "Perdona, ¿te conozco de algo?" y tú con la sonrisa en la boca contestas: "No, pero llevaba toda mi vida buscándote." 
No recuerdo cómo era mi vida sin ti. La verdad, empecé a vivir cuando te conocí. 

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