El dolor es como hundirse, como ser enterrado. Estoy entre aguas de color pardo de la tierra removida. Me ahogo con cada respiración. No hay nada a lo que agarrarse, no tiene fin, no existe ningún asidero. No puedo hacer nada más que dejarme ir.
Dejarme ir. Sentir a mi alrededor el peso, cómo me aprietan los pulmones, la presión lenta, baja. Dejarme ir más profundamente. No hay nada más que el fondo. No queda nada más que el sabor a metal y los ecos de los recuerdos y los días que parecen oscuridad.
Esa es la chica que yo era entonces: tropezaba y me hundía, perdida en la brillantez y en el espacio. Pero uno, puede construirse un futuro a partir de cualquier cosa; de un fragmento, de un parpadeo. Del deseo de avanzar lentamente, paso a paso. Del mismo modo que se puede construir una ciudad etérea desde las ruinas.
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